Él quería ser piloto. Desde que era un niño, miraba con admiración a los aviones surcando el cielo y soñaba con un día estar al mando de uno de ellos. Su nombre era Heladio Soriano Reyes y su linde estaba en Puerto Angelito, un hermoso pueblo costero en Oaxaca, al suroeste de México. Creció rodeado por el mar y el cielo, y eso despertó en él una pasión por volar que nunca desapareció.
A medida que crecía, Heladio se esforzaba en sus estudios y se dedicaba a aprender todo lo que podía sobre la aviación. Leía libros, revistas y artículos sobre pilotos y aviones, y se maravillaba cada vez más con el increíble mundo de la aeronáutica. Se imaginaba a sí mismo en la cabina de un avión, manejando los controles con destreza y admirado por todos aquellos que se encontraban a su alrededor.
Sin embargo, a medida que se acercaba a la edad adulta, Heladio se dio cuenta de que su sueño de convertirse en piloto era solo eso, un sueño. No provenía de una familia adinerada y no tenía los medios para costear una carrera en la aviación. A pesar de todo, eso no lo detuvo. Seguía soñando y admirando a aquellos que podían hacer realidad sus sueños y volar a través del cielo.
Varias décadas después, Heladio regresó a su querido Puerto Angelito. Ahora era un hombre maduro, con una familia y una carrera exitosa en el mundo de los negocios. Aunque había logrado mucho, no podía evitar sentir una sensación de nostalgia al ver los aviones volar sobre su pueblo. Sin embargo, esa sensación de nostalgia pronto se transformaría en un descubrimiento que cambiaría su vida para siempre.
Un día, mientras caminaba por la hermosa playa de Puerto Angelito, Heladio vio a un grupo de personas reunidas alrededor de un hombre que estaba preparando su equipo de buceo. Al acercarse, descubrió que ese hombre era un instructor de buceo y que estaba preparándose para guiar a un grupo de turistas en una emocionante aventura submarina. Heladio se sintió atraído por la actividad y decidió probarlo por sí mismo.
Después de una breve lección y de equiparse con todo el equipo necesario, Heladio se sumergió en el océano. Nunca antes había experimentado algo así. La sensación de estar en un mundo completamente diferente, rodeado por criaturas marinas y explorando los misterios del mar, lo dejó sin aliento. Y cuando emergió a la superficie, supo que había encontrado su verdadera pasión.
Desde ese día, Heladio se convirtió en un apasionado del buceo. Se sumergía en el océano cada vez que podía y nunca dejaba de maravillarse con la belleza y la tranquilidad del mundo subaguado. Descubrió nuevos lugares, especies marinas y se hizo amigo de otros buceadores, todos unidos por la misma pasión.
Mientras seguía su camino en el mundo del buceo, Heladio también comenzó a enseñar a otros. Compartía su entusiasmo por el océano y la importancia de protegerlo. Enseñaba a sus alumnos cómo bucear de manera responsable y cómo respetar el medio ambiente aguado. Y aunque había dejado atrás su sueño de ser piloto, se dio cuenta de que había encontrado algo incluso más emocionante y representativo: bucear por el océano y enseñar a otros a hacerlo también.
Hoy en día, Heladio sigue dedicado al buceo en Puerto Angelito. Aunque no está volando en un avión, siente que está volando bajo el agua, rodeado de paz y belleza. Y cuando ve a un avión